Ansiedad, conviértala en su aliada

Rafael Santandreu, psicólogo y divulgador científico

La mayoría de las personas al mencionar la ansiedad suelen imaginar a alguien con dificultad para respirar, taquicárdica y, sobre todo, en un estado de nervios evidente. Es decir, la ansiedad se supone que se reconoce fácilmente, pero ¿es así?

¿Nervios en la barriga?

Julia llegó a mi consulta hace un año, decía que se sentía inquieta, que le dolía la barriga y no sabía por qué. Había ido al médico en varias ocasiones y le habían descartado cualquier enfermedad grave. Un doctor le aconsejó terapia. Comenzamos a trabajar y enseguida confirmé lo que parecía claro desde el principio: Julia tenía ansiedad. Solo eso. Lo que pasa es que el dolor de barriga es una señal que solo los que han tenido una buena formación, o un buen psicólogo que se lo haya explicado, sabrán reconocer.

Es algo normal, como un “botón de encendido”

El dolor de barriga o las molestias estomacales o los problemas digestivos suelen ser señales claras de ansiedad, sobre todo cuando se ha desestimado algo orgánico. Sucede porque la ansiedad es una respuestade activación, de supervivencia.

La ansiedad es buena, lo que falla es que se dispare cuando interpretamos una amenaza que no existe. Es un botón que encendemos nosotros mismos sin saberlo. Para entenderlo hay que recordar que realmente las personas somos homo sapiens, tenemos aún respuestas primitivas.

La ansiedad es la mejor respuesta de supervivencia, nos prepara para luchar o para huir. Se puede pensar que hoy en día no necesitamos huir o luchar; pero sí es real y cierto que sentimos amenazas y peligros. No son leones o enemigos como lo eran hace miles de años. Son los peligros que cada uno pueda tener relacionados con su miedo.

La ansiedad es la expresión de súper miedos

Julia estaba ansiosa desde que empezó en un trabajo nuevo y se sentía muy presionada por su jefe, su “león” era poder ser despedida.

Cada vez que tenía una reunión con su jefe, zas, aparecía el molesto dolor de barriga en su vida.

Julia no tenía por qué saber que lo que tenía era ansiedad y no un trastorno digestivo, igual que yo no tengo por qué saber tratarme un dolor de cabeza intenso, seguramente haré lo que crea que es más lógico para aliviarlo.

Una vez detectado el problema auténtico, el real, y también la causa, Julia mejoró notablemente y hoy en día sigue trabajando en el mismo sitio y con el mismo jefe, pero sin dolor de barriga. Ha aprendido a vivir y a manejar su miedo.

Cómo identificar la ansiedad

Estas son las señales que indican que hay ansiedad, y a veces nunca las relacionaría con ella:

Señales físicas: mareo, sensación de hormigueo en las extremidades, dedos fríos, ver puntitos luminosos o visión borrosa, notar sequedad de boca, sudoración repentina y temblores. Todas estas señales se deben a que el corazón bombea más rápido y se acumula más sangre en los músculos y en los órganos principales, de forma que la piel se queda más blanquecina y de ahí también que se tengan las manos o los pies fríos. La visión tiene que ver con la dilatación de las pupilas. El mareo, con la contracción cervical y el menor aporte, pero inofensivo totalmente, de sangre a la cabeza. La sudoración es para enfriar el cuerpo; y los temblores, por la tensión muscular.

Señales psicológicas: sensación de quedarse dando vueltas a algo, devolverse loco o de estar teniendo un ataque al corazón o algo grave. Esto tiene mucho sentido, ya que si de repente empieza a notar todo esto en su cuerpo y no sabe qué es o de dónde viene, muy probablemente pensará que algo grave le pasa. Tiene todo el sentido del mundo. Aunque lo único que le pasa es que algo ha visto o que ha pensado le ha asustado muchísimo, y su cuerpo reacciona.

La clave de la ansiedad es la interpretación que hacemos de nuestras señales o de lo que pensamos o anticipamos qué pasará. Por eso, los ansiolíticos no sirven ni mejoran la situación.

Nuestro cuerpo se prepara para huir

Su cuerpo no necesita un ansiolítico, tan solo se ha preparado para hacer frente a la “amenaza”. El cuerpo procesa ese subidón de energía y vuelve a restaurarse. Sólo necesita tiempo para recuperarse. Y lo hace él solo, el ciclo de sueño y vigilia, que se activa solo, sin que tengamos que hacer nada…

 

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