La importancia de detectar y tratar la disfagia a tiempo

La disfagia, una afección caracterizada por la dificultad para tragar alimentos, líquidos o saliva, puede tener graves consecuencias si no se identifica y trata a tiempo. Una experta, María José Lavilla, otorrinolaringóloga de HLA Centro Médico Zaragoza, detalla las causas, síntomas, diagnóstico y tratamientos disponibles para esta condición que afecta significativamente a la calidad de vida de los pacientes.

“La disfagia no es una enfermedad en sí misma, sino un síntoma que puede derivarse de diversas causas, desde trastornos neurológicos hasta alteraciones estructurales o funcionales del aparato digestivo,” explica la especialista. Entre sus tipos principales, se distinguen la disfagia orofaríngea, que afecta a la capacidad para iniciar la deglución y transferir los alimentos desde la boca hasta la faringe. El paciente percibe que el bolo no ha abandonado la orofaringe y localiza los síntomas en la región del esófago cervical. Por otro lado, la disfagia esofágica está relacionada con el transporte de alimentos en el esófago y se caracteriza por la dificultad para la deglución que surge una vez que el bolo alimenticio ha atravesado la faringe y el esfínter esofágico superior (EES). Ambas pueden derivar de condiciones como los accidentes cerebrovasculares, la enfermedad de Parkinson, la ELA, el reflujo gastroesofágico o incluso el cáncer.

Los síntomas que deben alertar a los pacientes incluyen la dificultad o dolor recurrente al tragar, la pérdida de peso involuntaria, la tos persistente al comer o beber, así como los episodios recurrentes de neumonías o regurgitación y los cambios en la voz. Además, los antecedentes de infecciones o cirugías en la cabeza y el cuello elevan el riesgo de disfagia.

La disfagia puede llevar a complicaciones como la malnutrición, la deshidratación y la neumonía por aspiración, además de generar un aislamiento social y ansiedad. “Muchos pacientes evitan comer en público por temor al atragantamiento, afectando a su vida social y emocional,” señala la doctora. Esta condición tiene un impacto significativo en varios aspectos de la vida de los pacientes, tanto a nivel físico como emocional. La dificultad para tragar alimentos sólidos o líquidos puede limitar la ingesta calórica y de nutrientes esenciales, lo que conduce a la pérdida de peso, debilidad muscular y deficiencias nutricionales. La aspiración de alimentos, líquidos o saliva hacia las vías respiratorias puede causar infecciones pulmonares graves, como la neumonía.

El dolor al tragar (odinofagia) puede limitar aún más la voluntad del paciente para comer, generando un círculo vicioso. A nivel emocional, los pacientes suelen temer episodios de ahogo o atragantamiento, lo que les genera un estrés constante al comer. Las personas con disfagia a menudo evitan comer en público por vergüenza o miedo a atragantarse, y en ocasiones deben modificar su dieta (líquidos espesados, purés, restricciones alimentarias, etc.), lo que limita la variedad de los alimentos que ingieren. También puede agravar enfermedades subyacentes, como el cáncer o los trastornos neurológicos, retrasando su diagnóstico y empeorando su pronóstico. Por ello, es crucial identificar y tratar la disfagia de forma temprana para prevenir estas consecuencias, mejorar la calidad de vida de los pacientes y evitar riesgos mayores.

El diagnóstico de la disfagia requiere un enfoque multidisciplinar que puede incluir estudios como las videofluoroscopias de deglución, que analizan el proceso de tragar con radiografías dinámicas; las endoscopias de deglución, que evalúan directamente la faringe y la laringe; o las evaluaciones clínicas realizadas por logopedas para valorar la capacidad de deglución.

El abordaje de la disfagia varía según su causa y gravedad, combinando diferentes tratamientos médicos que van desde ajustes dietéticos, terapias de rehabilitación o procedimientos tanto quirúrgicos o mínimamente invasivos, que incluyen técnicas innovadoras como la estimulación eléctrica neuromuscular y la terapia robótica. En casos de disfagia esofágica, se recurre a la endoscopia digestiva alta (EDA) para detectar lesiones o estrecheces en el esófago, a la manometría esofágica para evaluar el funcionamiento muscular, y al tránsito esofágico con bario para analizar el paso de los alimentos. Estas pruebas son fundamentales para un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.

Aunque la disfagia no siempre es prevenible, especialmente cuando su causa se debe a enfermedades neurológicas o lesiones estructurales, existen acciones que pueden reducir el riesgo de desarrollarla, como mantener una adecuada higiene bucal, evitar el tabaco y el alcohol, y controlar condiciones crónicas como el reflujo gastroesofágico. Según la experta, el otorrinolaringólogo desempeña un papel crucial en el manejo de la disfagia, colaborando con especialistas en neurología, gastroenterología y logopedia para garantizar al paciente un tratamiento multidisciplinar y personalizado. “La identificación temprana y el tratamiento adecuado de la disfagia no sólo mejoran la calidad de vida, sino que también previenen complicaciones graves,” concluye la especialista, instando a los pacientes a buscar atención médica especializada ante los primeros síntomas. L.D.B. (SyM)

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