“Pensábamos que las enfermedades infecciosas eran cosas del siglo XIX y olvidamos que pueden bloquear el mundo”
Pedro Alonso, director del programa de la malaria de la OMS.
Pedro Alonso (Madrid, 1959) es una autoridad mundial en todo lo que se refiere a enfermedades infecciosas. Lleva una vida frenando los embates de la malaria, y ahora, desde su puesto como director del programa mundial de la malaria de la OMS, teme que el coronavirus destroce los ya precarios sistemas sanitarios africanos. Critica la soberbia y el localismo occidental que impidieron reaccionar ante la Covid-19 y advierte que si algo puede bloquear el mundo es una enfermedad infecciosa.
¿En qué plazo se puede conseguir la vacuna del coronavirus?
Es muy razonable pensar que la vacuna se puede desarrollar en pocos meses, dado el esfuerzo sin precedentes que se está haciendo. No lo sabemos y no se puede poner una fecha, pero hay ya muchos prototipos de vacunas en desarrollo y este virus no es biológicamente muy complejo. Otra cosa es la capacidad industrial de producir esta vacuna, que no es fácil, y también habrá que ver si el virus mutará o no.
¿Cada país desarrollará su vacuna?
Ya lo están haciendo, de los proyectos en marcha hay algunos en Estados unidos, otros en Alemania, Francia, China. Luego la capacidad para llevarlo a escala industrial estará limitada. Puede que se fabriquen dos o tres vacunas distintas.
¿Tiene ventajas que haya vacunas distintas?
Desde punto de vista de control del producto, sí. Que no haya una sola compañía que tenga el monopolio de la vacuna es interesante. Esto es de lo que va la conferencia de donantes que se lanzó el lunes, de la gobernanza de la vacuna.
¿Por qué España es uno de los países más afectados?
Está claro que los países que reaccionaron de forma rápida y contundente han frenado clarísimamente la expansión del virus y tienen mucha menos mortalidad de la de España, Italia, Francia y el Reino Unido. Pero, es demasiado pronto para saber las razones, se podrá saber en el futuro con un análisis exhaustivo. Evidentemente, no podemos tener las tasas más altas de normalidad por casualidad. Si es por reaccionar tarde, que seguramente ha influido; si es porque empezó a transmitirse sin que fuera detectado durante semanas; si es porque afectó a comunidades como la gente mayor, hay mucho análisis detallado por hacer.
En el desconfinamiento, ¿hay peligro de rebrote?
Claramente, el riesgo está ahí. En el momento en que se relajan las medidas, si la gente no es muy rigurosa en aplicar la distancia entre las personas, el riesgo es evidente.
Se ha acusado a la OMS de no reaccionar adecuadamente.
Mi impresión es que la OMS ha actuado de forma muy rápida y en esencia, correcta y transparente. Si consideramos que el día 30 de diciembre llegó la primera información, y que en 24 o 48 horas se había activado el mecanismo interno para lanzar la alarma; que el 4 o 5 de enero ya notificó que había una enfermedad desconocida, que el 30 de enero se declaró la emergencia sanitaria internacional, yo creo que es difícil decir que se ha actuado tarde.
También se acusa a la OMS de connivencia con China.
Esta es una organización de los estados miembros. Su fuerza no es la de regañar a un país, y no tiene
poder para ejercer presión sobre ese país. La OMS es un tigre sin dientes y aún sin garras. Su máximo potencial es cuando ejerce una diplomacia tranquila, y tiene la fuerza de la ciencia y el conocimiento
respaldándola. Pensar que la OMS iba a adoptar una actitud beligerante por un retraso de 3 o 5 días en informar de un caso no parece muy razonable.
Viendo lo que pasaba en China, ¿por qué los europeos tardamos tanto en reaccionar?
Los europeos funcionamos con esquemas mentales no adaptados al mundo en que estamos. Resulta incomprensible que siendo público desde la primera semana de enero que había una enfermedad rara, relacionada con el SARS en China, y después de que China cerrara una ciudad de 11 millones y la OMS declarara la emergencia internacional el 30 de enero, en Europa pensamos que estas cosas no nos iban a llegar. Y que, si llegaban, las controlaríamos. Sólo me cabe pensar que son esquemas mentales muy localistas, con una cierta frivolidad y cierta soberbia. Diríamos que nos pilló el toro, a españoles, italianos, franceses, a todos.
¿Se trata de un complejo de superioridad?
Es muy llamativo lo que ha ocurrido. No sé si es una cierta arrogancia, cierta superioridad occidental, pensar que estas cosas sólo les ocurren a los chinos, que comen porquerías, pero esto, a nosotros, ¿cómo nos va a ocurrir? Esto es muy peligroso. Y hay un segundo factor. La creencia de que las enfermedades infecciosas son cosa del siglo XIX, que ahora nuestro problema es el cáncer y los problemas cardiovasculares. Nos hemos olvidado de que, si hay una sola cosa en el ámbito de la salud que tiene capacidad de provocar un riesgo existencial a la humanidad o un cambio social y económico de efectos imprevisibles, es una enfermedad infecciosa. Y, sin embargo, no le dedicamos ni recursos ni preparación.
¿Era previsible la aparición de una pandemia de este tipo?
Lo sabíamos perfectamente y sin embargo, no lo tenemos integrado, no está en nuestros esquemas mentales. Me resulta chocante. Hay informes nacionales e internacionales, por eso se creó el CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias) en el 2017. Lo único que no se sabía era el cuándo y qué organismo exacto. Solo era cuestión de esperar un virus que tuviera suficiente transmisibilidad y letalidad, y cuando se dan las dos cosas juntas, se nos monta el lío. Esto lo hace un pequeño virus en tres meses, y vemos el principio.
¿Qué impacto puede tener en África?
Puede ser tremendo. El impacto indirecto del coronavirus, por disrupción sobre los sistemas sanitarios, puede suponer que la malaria duplique la mortalidad, y pasemos a 700.000 muertes anuales este año en África, lo que nos devolvería a 20 años atrás, a perder todos los logros obtenidos en este tiempo.
¿Estamos descubriendo en Europa lo que pasa cada día en otras partes del mundo?
Hay una cierta miopía ante las enfermedades infecciosas. La diferencia de vida entre el Congo y España es de unos de 25 años, y una parte muy importante de este diferencial se debe a las enfermedades infecciosas. Luego, una parte substancial del mundo vive todos los días sus pandemias. La malaria provoca 200 millones de casos y más de 400.000 muertes al año. Lo que pasa es que para el mundo desarrollado, ha dejado de ser un problema, y no reaccionamos ante lo que ocurre en otras partes del mundo. Hemos considerado que las enfermedades infecciosas son cosas que pasan en estos países. Olvidamos que si hay algo que puede bloquear el mundo es una enfermedad infecciosa. J. Masdeu (LV)