¿La vacunación debería ser obligatoria?
Los expertos han iniciado un debate ético sobre la inmunización contra la Covid-19 y la necesidad de parar la pandemia
Ante la perspectiva de que en el 2021 se disponga de una o varias vacunas contra la Covid-19, seguras y eficaces, y se pueda, aunque no sea inmediato, parar la propagación del coronavirus, algunos expertos han empezado a plantear si esa inmunización debería ser obligatoria. Las vacunas no lo suelen ser, pero estar en plena pandemia da argumentos para cambiar ese principio.
Como todo tratamiento que “invade” el cuerpo, la autonomía personal, estas inyecciones necesitan el consentimiento. Es un principio profundo de la bioética, recuerda Àngel Puyol, miembro del Comité de Bioètica de Catalunya y catedrático de Ética de la Universitat Autònoma de Barcelona. “Son opcionales y así debe ser”, subraya. Por ello, no cree que nada cambie con la vacuna contra el SARS-CoV-2 en países como España (hay territorios donde ya se da una mayor imposición). Además, apunta la dificultad que supondría implantar la obligatoriedad: ¿quién ejercería la coerción?, ¿cómo?, ¿con sanciones?
Luis Miguel Pastor García, presidente de la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI) cree que la obligación “sería desproporcionada; hay que ir por el camino de la pedagogía sobre la utilidad de la vacuna”. Opina que imponer podría “actuar como un boomerang que genere una mayor reticencia”.
En cambio, Fernando Moraga-Llop, vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología, opina que sí podría plantearse alguna obligatoriedad a los colectivos a los que se determine vacunar. “Los pediatras siempre hemos procurado evitar la imposición, pero son circunstancias especiales. En plena pandemia, no sería admisible, habiendo vacuna, que alguien con un elevado riesgo de enfermedad grave se contagiara porque quien lo cuida no se ha vacunado”, pone
como ejemplo el médico. Su colectivo, el del personal sanitario, no llega a una vacunación del 50% cada año contra la gripe.
Este especialista recuerda que la vacunación buscará una amplia cobertura, una inmunización de la población que frene la transmisión del virus. Con todo, cree que no será necesario vacunar a toda la población, podría bastar con inmunizar a un 60%.
Puyol sostiene que sí hay “una obligación moral” sobre cada individuo (o para quien haya vacunas) de inyectársela, porque no es solo para protegerse él, sino para crear esa inmunidad colectiva, para proteger a los demás, en especial a personas vulnerables a la Covid-19 que no se puedan vacunar (porque no está indicado por dolencias que sufren).
La situación de epidemia sin duda conciencia a los colectivos de más riesgo y a toda la población, señala Pastor. Pero hay personas sanas que pueden no sentirse afectadas ni solidarias. Y genera temor el que sean vacunas nuevas, hechas con rapidez. En la epidemia de gripe A del 2009 ya hubo un potente movimiento antivacuna.
Rafael Vilasanjuan, ex secretario general de Médicos sin Fronteras y ahora director de análisis y desarrollo en ISGlobal, centro de investigación impulsado por La Caixa en Barcelona, subraya que todos los gobiernos son los primeros interesados en garantizar que la vacuna sea segura para no tener que cubrir después eventuales indemnizaciones.
En países donde la oposición a las vacunas está más extendida, como en Estados Unidos, donde muchas personas ni siquiera usan mascarilla, algunos expertos plantean si se debería obligar a vacunarse para garantizar la inmunidad colectiva. Ya hay estados o instituciones (militares, sanitarias) donde hay cierta obligación en algunas vacunas.
Profesores británicos de ética, filosofía y leyes de la Universidad de Oxford han publicado estudios al respecto en Journal of Medical Ethics-BMJ . No creen que se renuncie al consentimiento, pero sostienen que la pandemia, que ya ha causado 1,3 millones de muertes, sería una justificación moral suficiente para la obligatoriedad. Y más, cuando los gobiernos han justificado confinamientos, vetos de la movilidad, cierre de negocios, cuarentenas. Las mismas razones valdrían para imponer la vacuna, que sería menos contraproducente que algunas medidas, dicen. Uno de los expertos, Julian Savulescu, incluso vería justificado dar incentivos, preferentemente, del tipo de quedar exento de llevar mascarilla.
Vilasanjuan opina que no se puede plantear la obligatoriedad. Pero, si la vacuna se extiende, si perdura el virus, cree que habrá países que la exigirán como requisito de entrada. Puyol también ve probable que haya una coacción más o menos blanda en muchos entornos como el laboral o el educativo (si no estas vacunado, no tienes empleo, no puedes matricularte). O iniciativas como la de algún hospital estadounidense para fomentar la vacuna de la gripe: médicos y enfermeras debían llevar una pegatina en la solapa cuyo color indicaba si estaban vacunados o no. Así se logró que muchos se pusieran la inyección. Marta Ricart (LV)