“Esta crisis me ha enseñado lo mucho que no sabía”
Sir Richard J. Roberts, premio Nobel de Medicina 1993. Ha diseñado un test para la Covid-19 por saliva que, según afirma, resulta infalible y tarda solo 45 minutos. Pero la burocracia de la FDA puede retrasarlo……hasta que no sea necesario.
¿Para cuándo la vacuna para la Covid-19?
Eso depende de la capacidad de los equipos de investigación para ser rápidos sin dejar de ser seguros. Y sólo hay una manera de serlo.
¿Diferente de la de siempre?
Sólo en un detalle. Veamos: lo habitual es inyectar, para empezar, la vacuna en un grupo de monos; esperar lo necesario y después inocularles el virus. Y entonces comprobar si los monos siguen sanos o no. Y así grupo tras grupo hasta poder pasar a las fases siguientes con humanos.
¿Cómo saltarse fases y ser más rápidos?
Pues inyectando el prototipo de vacuna ya de entrada a humanos. Y eso es lo que estamos viendo que hacen los equipos más avanzados gracias a miles de voluntarios.
Se lo agradecemos desde aquí. ¡Gracias!
Si quieres ir más deprisa, hay que vacunar a una gran cantidad de voluntarios, inocularles el virus después y esperar resultados.
¿Y eso le parece correcto?
Es una locura para quienes seguimos los cánones. Una razón, y no la menor, por la que digo esto es porque éticamente es inaceptable inocular un virus en una persona.
¿Pero no son voluntarios?
Eso es lo que me digo a mí mismo cuando dudo. Si esos voluntarios han querido que les inoculen el virus, ¿por qué no hacerlo?
Tenemos los voluntarios de Moderna y los de Oxford, que ya habla de septiembre.
El grupo de Oxford tiene más de 3.000 voluntarios que se han ofrecido a inocularse el virus. Han dicho por puro altruismo: “Inyécteme ese virus a ver qué pasa”.
Sin acongojarse.
Son personas de entre 20 y 50 años de edad, una franja en la que los síntomas no suelen ser tan malos. Y cuando los muestran, pues es revelador para los test. Y eso lo cambia todo.
¿Y si al final no se encontrara vacuna?
No soy virólogo, pero yo diría por lo que sabemos, que la mutabilidad de este virus permitiría que la diseñemos.
¿Por qué?
Veamos, incluso la gripe estacional requiere renovar la vacuna cada año, porque es un virus que muta con rapidez, pero al parecer este no muta con tanta velocidad.
¿Eso podría permitir que tuviéramos vacuna este mismo año?
Pues nadie lo sabe, la verdad. Pero insisto en el factor humano: si obviamos esos impedimentos legales y éticos, gracias a esos miles de voluntarios dispuestos a inyectarse el virus, tal vez sea posible, sí, que tengamos la vacuna en un periodo de entre 6 y 9 meses.
¿Qué ha aprendido usted estos días?
Lo mucho que no sabía.
¿Cómo podemos permitirnos saber tan poco sobre virus si son parte de nosotros?
Es cierto que sabemos muy poco sobre este virus, pero sabemos mucho de epidemiología y lo que dice el manual es que si no tienes vacuna ni una terapia efectiva, la única alternativa es –como en los últimos 500 años– la cuarentena y el confinamiento.
¿Por qué se discute entonces?
Los científicos no lo discuten, pero Donald Trump sí. Y otros políticos en todo el planeta también.
¿No cree que en general el mundo se ha confinado con cierta disciplina?
Aquí debo marcar una diferencia: las estadistas han sido mucho más prudentes que sus colegas varones. Debemos aplaudirlas.
¿Por qué han sido mejores?
Las políticas tienen menos soberbia y menos ego que defender. Y quiero felicitar muy especialmente a Jacinda Ardern, la líder de Nueva Zelanda, que supo ver el peligro del virus, acertó al gestionarlo y salvó miles de vidas.
La felicitamos. ¿Qué hizo tan bien?
Cerró el país con premura y por eso luego lo ha podido abrir, ya sin virus, también con mucha rapidez. La primera ministra ha salvado vidas y la economía. Y, en general, la canciller Merkel, la líder de Taiwán, la de Islandia… Han sido mujeres capaces de escuchar a los científicos y de reaccionar con rapidez y autoridad.
¿Por qué entienden mejor la ciencia?
De nuevo porque no están tan obsesionadas por su ego y por rentabilizarlo en su provecho. Yo gané el premio Nobel en 1993 por un descubrimiento que, en realidad, había hecho mucho antes, en 1977. Pues solo hace tres años que, por fin, ha tenido una aplicación clínica. He tardado 40 años en verla hecha realidad.
¿Por qué ha tardado tanto en aplicarse?
No ha tardado tanto si la comparamos con otros descubrimientos. La ciencia requiere dedicación –y vale la pena– cada día, pero obtiene resultados cada década.
¿Podríamos acortar esa espera?
Por supuesto. Fíjese en esta vacuna. Podemos lograr que los intereses creados dejen de incentivar a las burocracias a frenar la aplicación de la investigación. Le daré un ejemplo de hoy.
Adelante.
Mi equipo ha diseñado un test para la Covid- 19 infalible en solo 45 minutos con una muestra de saliva. Funciona, pero la FDA, la autoridad sanitaria, tardará meses en aprobarlo. Cuando ya haga, ojalá, poca falta.
¿Edad? Investigo con la ilusión del primer día: ahora hemos diseñado un test para la Covid-19. Soy un inglés en Boston, capital mundial de la investigación biofarmacéutica. Casado sin remedio: antes viajaba con mi mujer y ahora nos confinamos juntos. Los voluntarios están cambiando la historia de la ciencia. Un puñado de valientes. Lluís Amiguet (LV)