Coronavirus y aire acondicionado: lo que sabemos hasta el momento (y lo que no)
Tras conocer que el SARS-Co-2 puede viajar por los conductos del aire acondicionado, ocho expertos responden a las dudas sobre los riesgos que estos aparatos puedan implicar en los espacios públicos de cara a la desescalada.
Entre ellas, si estos aparatos pueden aumentar los contagios, si los establecimientos debieran mejorar sus filtros para evitarlo o si creen que, mientras tanto, el uso la mascarilla tendría que ser obligatorio.
La pandemia de COVID-19 aún plantea dudas, y todos estamos aprendiendo a marchas forzadas. También los expertos, que hasta hace cinco meses ni habían oído hablar de ella. Ahora que se acerca el verano, e inmersos en la desescalada o salida progresiva del confinamiento, nos preguntamos qué sucede con el aire acondicionado que ya se está utilizando en muchos locales y negocios españoles, dado el buen clima de mayo y principios de junio.
Algunos médicos y microbiólogos han advertido que el SARS-Co-2 podría viajar por sus conductos y ser impulsado más allá de los dos metros de seguridad fijados por el Ministerio de Sanidad, lo mismo que parecen apuntar dos estudios realizados en la materia: uno en un restaurante en la ciudad china de Guangzhou y otro en las oficinas de un call center en la capital de Corea del Sur.
Otros expertos creen, sin embargo, que es pronto para asegurar el riesgo de estos aparatos como impulsores de una mayor infecciosidad. La controversia está servida en un debate en el que el Gobierno todavía no ha entrado. Desde SyM hemos preguntado a ocho expertos españoles para que nos ayuden a resolver las dudas: esto es lo que sabemos y lo que no, o sobre lo que no existe consenso hasta el momento.
1- ¿El aire acondicionado en locales con concentración de personas, como el supermercado o los bares, puede ser fuente de contagio?
Los expertos no se ponen de acuerdo. Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y Familia (Semg) afirma que sí. “El coronavirus puede viajar, y de hecho viaja durante unas tres horas por los conductos del aire acondicionado del supermercado, comercios, oficinas, restaurantes y otros lugares públicos cerrados con concentración de personas”, advierte.
En ese viaje propulsado por el aire en movimiento el SARS-Co-2 podría superar los dos metros de distancia de seguridad fijados por el Ministerio de Sanidad. También lo cree Maria Àngels Calvo, catedrática especialista en Microbiología de la Universidad Autónoma de Barcelona: “Los sistemas acondicionados parecen ser un elemento que facilita la dispersión del SARS-CoV-2, ya que mueven el aire”, señala.
Para estos dos expertos el riesgo está en la baja calidad de los filtros, que no son capaces de capturar las posibles partículas o aerosoles con coronavirus que pueda alojar el aire. “Para que no haya riesgo de contagio, se precisa la incorporación de filtros seguros; es decir, que atrapen las partículas con coronavirus del aire o que, una vez dentro del conducto, no las deje salir”, anota Armenteros.
Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, comparte esta preocupación: “las investigaciones preliminares parecen indicar que hay un riesgo incrementado de contagio por filtrado insuficiente [del aire acondicionado]. Y cree que “si los filtros habituales no tienen capacidad de retener el virus, sin lugar a dudas, la mayor densidad de estas partículas en un espacio cerrado con la presencia amplia de personas incrementaría el riesgo de contagio”.
Otros expertos manifiestan más reparos.
Jesús Gonzalo, doctor y profesor del departamento de Microbiología, Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Zaragoza ve “fundamento” en el hecho de que el aire acondicionado ayude a propagar el coronavirus en los espacios cerrados, pero duda de que sea el único causante de la transmisión. “Alguien infectado por SARS-CoV-2 produce miles de virus, por lo que resulta más probable contagiarse por la cercanía que por los posibles reservorios de virus en el ambiente, estén o no movidos por un aparato de aire acondicionado”, señala.
Por su parte, Rafael Manuel Ortí, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH), recuerda que, sobre todo, la COVID-19 se transmite por gotas al hablar, toser o estornudar, y solo dentro de una distancia de 1,5 metros. Por eso, en su opinión, “el riesgo de contraer el virus en una farmacia o en un supermercado es el mismo con o sin el aire acondicionado encendido”.
Isabel Marín, presidenta de la Sociedad Española de Sanidad Ambiental (SESA), cree que las “pruebas existentes hoy no son para nada concluyentes” como para afirmar que el aire acondicionado constituya un riesgo mayor de contagio. No es la única que expresa dudas: “Si el aire acondicionado en los espacios públicos fuera un motivo de riesgo se habrían publicado más casos y brotes relacionados con estos aparatos en la prensa diaria”, expresa el epidemiólogo Joan Caylà, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
Aun así, Caylá opta por la cautela, y recuerda que “los nuevos contagios siguen llegando a los hospitales”. Por eso, vincula el peligro o no del aire al uso “obligatorio” de la mascarilla. “En un centro comercial, no habrá riesgo si quienes acudan llevan mascarilla: es lo más importante para evitar hipotéticos riesgos”, afirma.
2- ¿Qué filtros capturan el SARS-CO-2 y cuáles no?
No todos los filtros del aire acondicionado son iguales ni están diseñados para retener el mismo tipo de partículas o sus diferentes tamaños. Mientras que algunos dejan pasar las partículas más pequeñas, menores de cinco micras (µm), como los aerosoles o núcleos de gotas en los cuales puede alojarse el coronavirus, otros sí las retienen.
Los filtros más seguros, que sí las atrapan, son del tipo HEPA (por sus siglas en inglés para highefficiencyparticulateair) o filtros de alta eficiencia para partículas de aire; y son los que se usan en hospitales y centros sanitarios, además de en los aviones para reducir la propagación de patógenos, virus y bacterias, a través del aire recirculado; pero no en la inmensa mayoría de locales y espacios públicos.
Su diseño consiste en una compleja malla de fibra de vidrio capaz de retener las partículas más pequeñas (micro y ultramicropartículas), como los aerosoles con coronavirus. Este tipo de filtro no solo impide su difusión o paso, sino que además las atrapa en su interior: “De hecho, estas partículas pequeñas con coronavirus resultan las más peligrosas porque permanecen hasta tres horas en el aire, recirculando una y otra vez por los conductos, con el consiguiente riesgo de contagio”, avisa Armenteros.
Otro aspecto importante del aparato es su grado de filtración, que se mide en la llamada escala MERV, o de valor de eficiencia mínima para el filtrado (minimum efficiency reporting value, en inglés). Cuanto mayor sea el valor del filtro en esta escala, mejor filtra el aire y durante más tiempo; por tanto, resulta más seguro.
Mientras que los aparatos más habituales, como los que tenemos en casa o los que existen en la inmensa mayoría de los locales comerciales y de restauración tienen un nivel de filtración de entre 8 y 13, el valor en la escala MERV de los filtros instalados en hospitales y centros sanitarios oscila entre 14 y 20.
3- ¿Debería la ley obligar a los comercios y otros establecimientos públicos a instalar filtros más seguros?
Existe diversidad de opiniones. El presidente de la Semg sí recomienda revisar las instalaciones, y opina que “la ley tendría que endurecerse para que el aire acondicionado de los espacios y locales públicos se parezca lo más posible al que existe en centros sanitarios”. Es decir, Armenteros cree que deberían instalarse filtros de tipo HEPA en supermercados, restaurantes, cines, hoteles, farmacias y residencias de ancianos, “donde este tipo de filtro ahora no es obligatorio”. Además, según el médico, sería importante incorporar aparatos con valores en la escala de filtrado MERV más altos, entre 14 y 20.
Òscar Ribé, doctor ingeniero y profesor del Departamento de Máquinas y Muros Térmicos de la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC), matiza a Armenteros respecto al filtro HEPA: “no son una mala solución, pero generan mucha pérdida de carga y algunos equipos no la pueden soportar, con lo que dejan de funcionar”. “Hay otras soluciones, tales como filtros electrostáticos”, añade Ribé, “que hacen una polarizacion del aire reteniendo las partículas”.
La radiación ultravioleta, que lo que hace es matar bacterias y virus que puedan pasar a través de la lámpara, y se acostumbra a poner dentro del climatizador en una intervención que no es muy complicada, es otro sistema muy eficaz, según este experto: “la gran mayoría se pueden adaptar”. Ribé propone estas dos soluciones como las más fáciles y que pueden minimizar el riesgo sensiblemente, aunque reconoce que es difícil cuantificar la reducción debido al desconocimiento que hay actualmente de este virus.
Sin embargo, la inmensa mayoría de los aparatos que ya existen en los establecimientos comerciales o públicos no cumplen estos requisitos, “y aunque demos por hecho que cuando se enciendan estos aires el nivel de riesgo de contagio para la población será menor, y que el nivel de circulación del virus en el aire será menor, tampoco podremos estar seguros de que dejarán de ser un riesgo”, anota el médico.
La catedrática experta en Microbiología comporte esta opinión: “Es preciso adaptar todos los sistemas a nuestra nueva realidad: los filtros deben ser los adecuados y se deben controlar de forma rutinaria”. También Caylà cree que habría que “mejorar los filtros actuales e irlos cambiando hacia filtros tipo HEPA o similares”. Y lo mismo señala López-Acuña: “Si las investigaciones confirman los hallazgos iniciales, será importante modificar la legislación y propiciar el cambio de filtros y de equipos en estos establecimientos”.
Por su parte, el profesor de la UPC explica que tan importante como cambiar los aires o mejorar los filtros es hacer que “todos los aires industriales se adapten a la normativa de 1998 que les obliga a tener sistemas de renovación de aire, de modo que no recircule siempre el mismo”. Ribé cree que más de la mitad de los equipos de aire del estado no implementan estos sistemas, en una flagrante violación de la norma. “Si no hay renovación de aire, entonces sí que un equipo climatizador puede convertirse en peligroso, porque puede ir concentrando los virus de distintas personas que entren en el local”, apunta el ingeniero.
Aun así, otros expertos no advierten motivo de preocupación en los filtros y creen que carecer de estos filtros atrapa-coronavirus no tiene por qué implicar un problema de contagio fuera del entorno sanitario o hospitalario. Eso sí: “Siempre que partamos de una situación normal en la que la gente que está enferma no va al supermercado; y si va un asintomático, la carga viral que va liberar es poca”, admite Ortiz.
¿Y en cuanto a legislar para mejorar las instalaciones? “Ni es el momento ni es oportuno: los filtros finos estándar proporcionan una protección razonable para una baja concentración de carga vírica”, opina la presidenta de la SESA.
- Y mientras tanto, ¿debería ser obligatorio ir a la compra y otros establecimientos con mascarilla?
Aquí sí están de acuerdo: todos los expertos consultados aconsejan ponerse la mascarilla siempre para ir a la compra, a la farmacia o para acudir a cualquier otro establecimiento público cerrado, como un comercio, un bar o un restaurante. “En cualquier lugar susceptible de producirse aglomeración de personas debería utilizarse la mascarilla y mantener una buena higiene de manos”, afirma Gonzalo.
Y ello con independencia de si el aire está encendido o no: “Habría que ponerse la mascarilla siempre que no se pueda mantener la distancia social de aproximadamente dos metros”, coincide Ortiz. Por eso, muchos expertos abogan por su obligatoriedad, no solo en el transporte público (donde ya lo es) sino en todos los locales públicos cerrados, donde su uso solo es obligatorio en los comercios que no puedan garantizar la distancia de dos metros. Finalmente, el gobierno les ha hecho caso.
Tanto Armenteros, como Caylà, como Calvo y López-Acuña son partidarios del uso obligatorio de la mascarilla. “No solo en el transporte sino en todos los locales públicos cerrados, para minimizar el riesgo de contagio que podría venir potenciado por el uso de aire acondicionado que no logre filtrar las partículas”, afirma el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. La mascarilla logra la unanimidad: “Por el momento, es el único modo de protegerse uno mismo y de proteger a los demás”, concluye Armenteros.