Identifican picos de edad que pueden marcar el envejecimiento cerebral

Con datos de 4.500 personas, científicos chinos han hallado 13 proteínas en sangre vinculadas al envejecimiento del cerebro y cuyas concentraciones cambian a los 57, 70 y 78 años.

Conocer el deterioro del cerebro supone uno de los retos sobrevenidos por el incremento continuo de la esperanza de vida. En España se sitúa en los 84 años, uno de los más altos del mundo. Y contamos ya casi con más de 14.000 centenarios. Más allá de las demencias asociadas a la edad, las patologías cerebrovasculares y las alteraciones funcionales constituyen los obstáculos a los que se enfrenta el cerebro y sobre las que los científicos buscan pistas.

En este sentido, la revista Nature Aging publica un trabajo de un equipo de investigadores de China, encabezado por Wei Cheng de la Universidad de Zhengzhou, que ha buceado entre 3.000 proteínas plasmáticas para colocar en la diana a 13 relacionadas con el envejecimiento cerebral en humanos. Los niveles de dos de ellas en sangre: BCAN y GDF15 se asociaron con la demencia, el ictus y la función del movimiento.

Además, los cambios en las concentraciones podrían alcanzar su máximo a los 57, 70 y 78 años en humanos. Lo han conseguido detectar en un grupo de casi 5.000 personas. Estos picos de edad cobran un rol importante para posibles intervenciones en el proceso de envejecimiento cerebral. Una de las limitaciones que subrayan los investigadores es que la cohorte elegida es fundamentalmente europea, ya que los datos proceden del Biobanco de Reino Unido.

Para determinar las proteínas emplearon los datos de las pruebas de imagen de casi 11.000 personas. Después, buscaron su presencia en sangre, ya que “sirve de mediador entre el cerebro y la periferia, y los cambios en la abundancia de proteínas plasmáticas reflejan alteraciones en el cerebro asociadas a trastornos neuropsiquiátricos, debido a la comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y la circulación periférica”.

Los autores afirman que estas edades pueden reflejar transiciones en la salud del cerebro humano en momentos concretos. Desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), Federico Castillo, destaca que “el gran aporte de este trabajo es buscar una serie de marcadores en plasma y luego, como resultado secundario describen unos picos de edad relacionados con el envejecimiento”.  Para Castillo esta propuesta de “investigación básica” puede encontrar su utilidad a largo plazo en la clínica. “De momento, ya vemos coincidencias de consultas a estas edades. No nos sorprende. Sí será útil de cara a un futuro poder establecer cribados”, argumenta.

Sobre el estudio en concreto, Ander Matheu, investigador principal del CiberFES (área CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable), resalta que “es interesante e importante que descifra trayectorias de envejecimiento cerebral con picos o edades que se presentan como momentos clave”. Además, el jefe del grupo de Oncología Celular del IIS Biogipuzkoa, subraya que se identifica “biomarcadores y procesos biológicos relevantes en el deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas, así como en esos picos o edades clave. Para ello, combina diferentes aproximaciones metodológicas como resonancia magnética, biología computacional e inteligencia artificial y estudios biológicos ómicos”.

En el trabajo, los autores detallan que en este proceso “han utilizado imágenes multimodales de resonancia magnética cerebral y modelos de aprendizaje automático”. También explican que ya hay estudios previos han demostrado las asociaciones entre la desviación entre la edad cerebral prevista y la edad cronológica, conocida como BAG, y múltiples trastornos neuropsiquiátricos, incluyendo la enfermedad de Alzheimer (entre un 3- 4% de la población mundial de entre 75 y 79 años está diagnosticada) y de Parkinson (la edad media de detección son los 60 años), la depresión, la esquizofrenia y el ictus.

Matheu explica la denominada BAG: “Es un termómetro-indicador de la edad biológica del cerebro, que no tiene que coincidir con la edad cronológica. Por ejemplo, puede indicar que una persona de 50 años tiene un envejecimiento cerebral de una persona de 70 o viceversa. Usando herramientas de inteligencia artificial identifica que regiones del cerebro están más alteradas y cuales menos con el envejecimiento, así como las que se asocian a enfermedades neurodegenerativas, ictus, etc.”.

Por ello confirman que las técnicas basadas en la ómica han permitido descubrir biomarcadores del envejecimiento cerebral. “Un estudio previo identificó regiones genómicas asociadas con el BAG. Las proteínas son los reguladores directos de las vías biológicas, que proporcionan pruebas directas del envejecimiento. El uso de la proteómica ha descubierto múltiples proteínas plasmáticas que cambian con la edad cronológica”, aseguran en la publicación.

Aplicaciones futuras: cribados de proteínas en sangre

Castillo se muestra realista. “A día de hoy no vamos a hacer un cribado en sangre a toda la población para ver si están alteradas estas proteínas”, sentencia. Si bien asegura que las edades pico ya se “intuían en la práctica clínica” porque el proceso del envejecimiento “no es lineal”. “Hay momentos en los que se sabe que llegan los mazazos: la jubilación es uno de ellos. ¿Los 57? ¿La década de los 70? Son edades en las que vemos gente en las consultas”, resume el portavoz de la SEN.

Por su parte, Matheu pone en contexto el avance de la búsqueda de huellas del deterioro cognitivo en sangre, ya que “aprovechándose del estudio biológico realizado en las 5.000 personas, identifican que hay unas edades (57, 70 y 78) donde se producen cambios significativos-picos diferenciales en los patrones proteicos y procesos biológicos”. Para el investigador vasco esto significa que en estas edades se producen alteraciones importantes que tienen un impacto en el envejecimiento cerebral futuro.

También los investigadores dejan sobre la mesa que esas “edades son fechas significativas para hacer análisis y posibles intervenciones futuras”, añade y destaca que “las dos proteínas que mejor predicen el estado de salud cerebral son BCAN y GDF15”. Al tiempo, Matheu incide en el sesgo étnico del trabajo: “Estos estudios se deberían realizar en otras etnias para confirmar la universalidad de los resultados”. Pilar Pérez (DM)

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