¿Se puede mejorar el tratamiento de los linfomas?
Los linfocitos T son un tipo de células del sistema inmunitario encargadas de reconocer y destruir las células de nuestro organismo que se hayan convertido en cancerosas o hayan sido infectadas por un virus. En ocasiones, esos linfocitos desarrollan alteraciones genéticas que los hacen crecer de forma incontrolada y dan lugar a tumores llamados linfomas.
El grupo del investigador del CSIC Xosé Bustelo, vicedirector del Centro de Investigación del Cáncer, en Salamanca, estudia un tipo de linfomas llamados de células T periféricos que se originan a partir de linfocitos T alterados genéticamente presentes en órganos como el bazo o los ganglios linfáticos. Son poco frecuentes y muestran una gran diversidad de alteraciones genéticas, lo que complica conocerlos en detalle, clasificarlos y tratarlos de forma efectiva. Suponen también un reto clínico, dado que carecen de tratamientos efectivos y muestran muy mal pronóstico a medio plazo. Además, su pronóstico no ha mejorado significativamente en los últimos 30 años. “El objetivo de nuestra línea de trabajo es estudiar cómo las alteraciones genéticas de un gen concreto, denominado RHOA, contribuyen al desarrollo y características clínicas de estos tumores”, indica Bustelo.
Los genes asociados a cáncer pueden mostrar dos tipos de funciones: o ayudar al desarrollo de los tumores o parar su crecimiento. Debido a ello, durante el desarrollo del cáncer los primeros sufren alteraciones que los activan de forma crónica, mientras que los segundos sufren cambios genéticos que los inactivan. No obstante, el gen RHOA no sigue ese patrón y puede activarse o inactivarse en pacientes distintos, y hasta ahora se desconocía por qué. “Hemos descubierto que RHOA es capaz de ejercer una función completamente nueva e inesperada cuando se altera genéticamente”, indica Bustelo, que ahora quiere determinar cómo se adquiere esa nueva función y qué cosas en común posee con otros genes que también están alterados en estos linfomas. Cristina Sáez