La preparación pandémica te salvará la vida (aunque tú no lo sabrás)
Por Antoni Plasència y Gonzalo Fanjul (ISGLOBAL).
Docenas de agencias sanitarias y centros de investigación de todo el mundo siguen estos días con alarma contenida la rápida transmisión y evolución del virus de la gripe aviar A(H5N1). Este virus ha ido circulando de las aves salvajes a las domésticas y de ahí a mamíferos marinos y terrestres, causando brotes importantes. Ello se acompaña de cambios genéticos entre virus de alta y baja patogenicidad, de consecuencias imprevisibles. Hasta el momento, su transmisión a personas se ha confirmado en una veintena de casos (incluido un niño), la mayoría leves, y no hay evidencia de transmisión entre personas. Pero esta situación ya está causando una grave crisis de seguridad alimentaria en Estados Unidos, donde la elevada presencia del virus en la leche de vacas infectadas, ha activa la alerta sanitaria de que el consumo de leche no pasteurizada puede implicar un riesgo para la salud, además de la posibilidad de mutaciones virales que aumenten su capacidad de transmisión.
Nadie quiere oír hablar más de pandemias, buscando dejar atrás el recuerdo de la angustia, el dolor y las restricciones padecidas durante meses. Pero, más pronto que tarde, volveremos a sufrir episodios tanto o más críticos para la salud, la sociedad y la economía globales, a causa de la circulación de virus, conocidos o por conocer.
La reemergencia de la gripe aviar es un ejemplo más de cómo la salud de las personas, los animales y el planeta se imbrican en un desafío creciente y crítico. La pregunta central es si estamos preparados, a nivel global y local, para prevenir una eventual nueva pandemia. Más concretamente, si disponemos de los mecanismos operativos de preparación y respuesta, en especial la vigilancia y detección rápida de patógenos circulantes; el diagnóstico, tratamiento y profilaxis en personas y animales; la cooperación intersectorial público-privada; y la comunicación con la población que genere confianza y seguridad.
Asimismo, es clave que mejore la coordinación entre países y entre actores. Este es el propósito del Acuerdo Pandémico que esta misma semana se someterá a la aprobación de la Asamblea Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para asegurar el compromiso global de los gobiernos, junto al sector privado y la sociedad civil, de prevenir las pandemias y asegurar equitativamente las respuestas que mitiguen su impacto.
Lamentablemente, pese a la voluntad retórica de alcanzar un acuerdo efectivo y duradero, todavía existen fuertes discrepancias entre el Norte y el Sur globales en torno a la financiación, al acceso a la información para el desarrollo de diagnósticos, vacunas y tratamientos, y la rendición de cuentas de los compromisos respectivos. El riesgo es que la necesidad de aprobar ahora algún tipo de acuerdo obligue a posponer los detalles de los capítulos más relevantes.
Conviene no subestimar el coste de un cierre en falso de este proceso, cuando se va reduciendo la ventana de oportunidad política creada por la emergencia del coronavirus. La Unión Europea, los Estados Unidos, China y otros negociadores principales enfrentan un panorama de policrisis que no solo dispersa sus recursos fiscales y políticos, sino que parece haberles devuelto al status quo prepandémico. Aunque España y otros Estados miembros están tratando de llevar la posición de la UE a un punto más conciliador, no parece que este esfuerzo vaya a ser suficiente.
La prevención de las pandemias es poco visible y sus resultados poco reconocidos. Pero basta recordar los 29 millones de muertos y la factura billonaria de la crisis sanitaria global más reciente para darse cuenta de lo que está en juego. Este acuerdo debe ser un paso histórico, cooperativo y solidario, ante las pandemias, y no puede quedar en una negociación de mínimos. La preparación nos salvará la vida… aunque no lo sabremos.